Olga
Era domingo. Su hermana Esther hacía la tarea, sus papás dormían o aparentaban hacerlo, y Olga estaba aburrida. De pronto se le ocurrió una idea.
-Mamá, ¿puedo ir sola a la panadería?
-Prométeme... -dijo la voz adormilada de mamá.
Pero Olga no quiso escuchar ninguna frase que empezara con "prométeme".
-Les voy a comprar cuernitos y dulces. Yo tengo dinero.
Olga dijo "cuernitos" muy fuerte y "dulces" muy suave, pero todo con claridad.
Al girar la llave de la puerta tuvo una impresión deliciosa. El elevador era como un viaje en globo.