Muchachas
Mientras contemplo a través de la ventanilla los paisajes de la Terra Cha que el coche va dejando atrás, mientras oigo las palabras que me dice mi padre y hago como que las escucho, mi cabeza solo atiende a otras palabras, a otras imágenes y a otros pensamientos que, muy despacio, se van asentando en mi interior. Y a medida que transcurre el tiempo de este viaje que me devolverá otra vez al mundo real, crece dentro de mí la certeza de que algo mío muy profundo queda para siempre en Vilapedre. Algo tan personal y tan íntimo que ni mis padres ni mis amigos podrían entenderlo nunca.