Los animales de la ciudad
Se llamaba Ricardo y tenía seis años, pero igual podría haberse llamado Óscar o Vicente. Había nacido en la calle Pérez Pujol, a espaldas del edificio de Correos. A su edad, sin embargo, aún no había aprendido el nombre de su calle. La verdad es que tampoco lo había intentado. ¿Qué es un nombre, después de todo? Nada que tenga color ni sabor, ni que a los seis años merezca recordarse. A veces subía a la azotea con su mamá, que iba a tender la ropa, y desde allí contemplaba la ciudad y la torre metálica de Correos.