Con los pies en el aire
Una tarde, mientras trabajaba en la oficina, Daniel levantó la cabeza y miró a su alrededor. Vio a sus compañeros, los papeles que inundaban su mesa, la estantería atestada de carpetas, los edificios que se vislumbraban más allá de las ventanas... Sintió que lo invadía una ola de tristeza y, de repente, se encontró con que por fin podía expresar con las palabras la molesta sensación que lo embargaba desde hacía algunas semanas: oficio gris, compañeros grises, existencia gris. Sin saber cómo, todo lo que lo rodeaba se había ido vaciando de color. Descubría ahora que el suyo era un mundo tedioso y triste.