La mitad de tu rostro
«Conozco tu secreto. Te vigilo. Tendrás noticias». Hugo miró de nuevo el papel: letras de imprenta, con tinta negra en papel blanco, normal. Decidió guardarlo. No le gustaba el instituto ni los compañeros ni el rumbo de su vida a la altura de los dieciséis. Tampoco tenía claro a qué dedicar el futuro ni comprendía las razones de su padre para apostar por la enseñanza pública.
–Sin algodones, sin exclusiones, con lo mismo que se va a encontrar en la vida real –defendió su padre aquel año frente a las protestas de su mujer.
–Mira, a mí lo de la vida real me parece fetén, pero se trata de la enseñanza, Martín, y por mucho que te disgusten los colegios privados...