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Los indispensables de Jorge Gómez Soto

Nací el 6 de diciembre de 1974, un año antes de que terminara la dictadura franquista y justo dos antes de que promulgaran la Constitución Española; vamos, que llegué en un buen momento. Cuando tuve un poco de conciencia, ya nos tenían hecha toda la transición.

Mi vida, hasta la fecha, no ha sido ni gloriosamente feliz ni penosamente triste; cuestión de momentos. Mi afición por la lectura, o por la recepción de historias en general, viene desde que tengo uso de razón. Aunque no soy el clásico devora-libros, prácticamente todos los días leo algo, ya sea mucho o poco. Lo malo es que mi memoria, siendo generoso con ella, es un poco perezosa; al igual que mi voluntad para hacer una ficha de cada libro que leo. Creo que la mejor forma de acordarse de los libros es hablar de ellos: con amigos, en foros, etc.
 
En cuanto a mi pasión por escribir, no llegó hasta los últimos cursos del instituto. Algo tardía, pero desde entonces no me ha abandonado.
La pregunta del millón para un escritor es: "¿Por qué escribes?" Efectivamente, es la pregunta del millón, pero del millón de respuestas."¿Y por qué no?", es la respuesta que se me ocurre hoy.
 
Hay un aspecto en el que he sido (y sigo siendo) un privilegiado: mi escritor favorito es mi propio padre, Alfredo Gómez Cerdá. Eso sí que es un lujo.

Así se definía en Canal Lector Jorge Gómez Soto (Madrid, 1974) hace unos años. Jorge estudió Ciencias Económicas y trabaja como Economista desde finales de los 90, labor que compagina con sus dos grandes pasiones: la escritura y la lectura.

Como autor, su primer libro fue Colgado del aire, un libro que fue finalista del Premio de Literatura Infantil y Juvenil Leer es Vivir en 1999. Tras él llegaron historias como La chica del andén de enfrente, Yo conocí a Muelle (ambas finalistas en el Premio Gran Angular de SM); Se vende Respirando cerca de mí (finalista Premio Jaén) entre otras. BIS, su último proyecto hasta la fecha, es una obra escrita junto a David Fernández Sifres que vió la luz en 2017. Puedes conocer el resto de su producción literaria a través de este enlace.
 
Como lector incansable de LIJ, en 2006 creó el blog Literatura infantil y juvenil actual, una web que ayudó durante muchos años a los amantes de este subgénero a estar al día de todas las noticias, proyectos y convocatorias destacadas. Dejó de actualizar el proyecto en diciembre de 2018 para centrarse en exclusiva en la creación literaria.
 
En Canal Lector nos interesa su triple visión como autor, lector e hijo de uno de los más importantes escritores de LIJ (Alfredo Gómez Cerdá). Las propuestas que ha seleccionado (como él confiesa ha sido un proceso complicado y mañana mismo habría escogido otras), se caracterizan por su gran calidad y por haber marcado un hito en su momento. Lecturas todas ellas de permanente actualidad que son indispensables en cualquier maleta viajera.

Obras de Jorge Gómez Soto en Canal Lector

Archivo personal de Jorge Gómez Soto (C)

Indispensables en la maleta de Jorge Gómez Soto

Me han pedido que comparta cinco libros que considero fundamentales en mi vida y que llevaría siempre en la maleta. Es una tarea que considero dificilísima y eso que no me han preguntado por libros fundamentales en general, sino en mi vida. Voy a ello, a pesar de saber de antemano que no voy a estar conforme con ninguna selección que haga, porque nada más terminarla, la cambiaría. Pero esto es como las correcciones de un manuscrito. Lo vas a cambiar tantas veces como lo leas, así que tiene que llegar un momento en el que decir: ¡ya!

El primero tiene que ser, es y será La casa de verano, de Alfredo Gómez Cerdá. Soy hijo suyo, literario y no literario. La casa de verano es uno de mis libros favoritos y sin duda el que más hondo me ha llegado. No es un libro fácil, pero creo que es absolutamente disfrutable para cualquiera que tenga una mínima inquietud literaria. Conozco muchos lectores y escritores importantes que están locos por La casa de verano, para los que es casi una obsesión. En una entrevista que le hice sobre el libro, le confesé que con ese libro me había condenado a ser escritor. La última frase de La casa de verano, memorable, es aquella con la que Tomás quería empezar un libro que hablase de su amigo y de él: "Hace mucho tiempo, Carlos y yo teníamos quince años y quince millones de ilusiones". Me emociono solo con rememorarla.

Yo viví los años 80 desde los 6 años hasta los 16. Podéis imaginar que sean de esa época los libros que me marcaron como lector. Soy hijo de Alfredo y del boom de la LIJ española que se produjo en esa época. Se generalizó la publicación de autores nacionales y pasó a ser normal algo que antes parecía una excepción. Los frutos de esa época todavía los recogemos hoy en día.

Recuerdo la tensión que conseguía Fernando Lalana en El zulo. Me encantan los thrillers y los libros humorísticos de este autor. Además, este libro trataba el tema del terrorismo que me parecía un tema muy serio y muy de mayores. Y de pronto verme envuelto en esa trama junto con esa compañía de aficionados al teatro (un mundo que Fernando conoce muy bien) me pareció increíble.

Otro libro que me fascinó, cuyos ecos todavía me llegan hasta hoy, fue El misterio de la isla de Tökland, de Joan Manuel Gisbert. Aventura, fantasía y misterio del bueno. Del muy bueno. Un viaje hacia una promesa desconocida, prodigiosa y temible. Como en muchos de sus libros, Gisbert, desafía a sus personajes y al mismo tiempo al lector.

Aunque no es un libro solo, voy a escoger las obras completas de Sherlock Holmes, de Sir Arthur Conan Doyle. Me recuerdo devorando los tres volúmenes marrones de la editorial Orbis y dejándome impresionar por la figura del carismático detective. Sherlock podía disfrazarse, luchar, tocar el violín, pero lo que me dejaba con la boca abierta era su método deductivo para resolver enigmas, su forma de analizar cada detalle. Recientemente acabo de usar una de sus frases en un libro: cuando hayas descartado lo imposible, lo que quede, aunque sea improbable, debe ser la verdad. Murió junto a su némesis, Moriarty, precipitándose por una cascada, pero la presión popular hizo que Conan Doyle tuviera que resucitarlo.

De Michael Ende los que más me marcaron a esa edad fueron dos: Jim Boton y Lucas, el maquinista y La historia interminable. Me ha costado decidirme entre ambos, pero finalmente voy a decantarme por el segundo. Quizá guarde más cariño a Jim Boton pero el poso en mí de La historia interminable es mayor. Es de los pocos libros que me he leído más de dos veces y me sigue maravillando. Es una celebración de la magia de la literatura, un libro para gozar, una verdadera maravilla. Recuerdo cada detalle de la edición: el comienzo con el cartel al revés de la librería de Karl Konrad Koreander, las letras rojas que se volvían verdes al entrar en la historia, el comienzo de cada capítulo con cada una de las letras del abecedario… Y ese fragmento que empieza así: «quien no haya pasado tardes enteras delante de un libro, con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado...» Adoro ese libro por esto y por muchas más cosas que serán contadas en otra ocasión.

¡Ya! 

 

 
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