Luna de Leyenda II. Los niños desaparecidos
Puesto que todo había comenzado en el hospital, parecía lógico que continuara también allí. «Y no es porque nada de lo ocurrido sea lógico –pensó Kim–; no, eso seguro que no».
Entre tanto, con una mezcla de perplejidad y curiosidad, miraba cómo se reflejaban en los cristales de la casa de enfrente las parpadeantes luces de la ambulancia. Claro está que a Kim le hubiera gustado ver por sí mismo la ambulancia; sobre todo porque no se encontraba ni a diez metros de la entrada de la Clínica Universitaria e Düsseldorf donde el vehículo esperaba que viniera una grúa. Una ambulancia que había tenido un accidente de tráfico, era algo ridículo.