El Ángel del Caos. Libro II
Sentada ante el escritorio de mi habitación, no necesito leer las palabras de la profecía para recordarlas. Están tan claramente grabadas en mi mente como la marca de mi muñeca. Aun así, resulta tranquilizador tener en las manos las tapas agrietadas del libro que mi padre ocultó en la biblioteca antes de su muerte. Abro la cubierta envejecida y mis ojos se posan sobre el papelito colocado en la portada del libro. En los ocho meses que Sonia y yo llevamos en Londres, leer las palabras de la profecía se ha convertido para mí en un ritual antes de acostarme. Es en estas horas silenciosas cuando más tranquilo está Milthorpe Manor, la casa y los criados enmudecen...