El caso de la cofradía
Despertó de repente. Como si, desde un lejano y desconocido lugar, manos extrañas le aupasen y empujasen para salir del hondón de su negrura. Sin embargo, con la misma rapidez, tras ese fogonazo inicial, todo quedó enfangado. Y, rápidamente, se hundió en tierra de nadie, en esa que nace cuando colisionan somnolencias y vigilia. ¿Anochecía? Durante varios minutos navegó en una dolorosa duermevela. Luego, a la pesadez de su ojos, se añadió un terrible zumbido en las sienes y la reseca pastosidad de su boca. Por último, comprobó que el aire, a duras penas, se abría paso por la garganta, árida como el desierto. Tenía la boca sellada con esparadrapo.