Los dragones de hierro
Como cada noche desde hacía tres años, Kristy salió con la mirada triste al balcón de la torre del castillo. A sus pies, amontonados como cereales en un bol, a pocos metros del puente levadizo, centenares de caballeros esperaban a que saliera el sol y se abrieran las puertas. Porque cada mañana, desde hacía tres años, Kristy y su padre, el rey Rokus, recibían a todos los caballeros que lo pedían. La idea era encontrar entre ellos al valiente que se casaría con Kristy.