Esta editorial vuelve a sorprendernos con otra de las historias crueles del transgresor Gorey, considerada además como el mejor ejemplo de su sentido del humor, tan negro como sus dibujos a plumilla. En este caso recurre al alfabeto para realizar una enumeración de muertes, todas ellas protagonizadas por niñitos indefensos, algo que puede producir un cierto desasosiego inicial en el lector. Pero como ya es una constante en su obra, la exageración convierte la tragedia en un discurso más disparatado que verosímil.
Esta editorial vuelve a sorprendernos con otra de las historias crueles del transgresor Gorey, considerada además como el mejor ejemplo de su sentido del humor, tan negro como sus dibujos a plumilla. En este caso recurre al alfabeto para realizar una enumeración de muertes, todas ellas protagonizadas por niñitos indefensos, algo que puede producir un cierto desasosiego inicial en el lector. Pero como ya es una constante en su obra, la exageración convierte la tragedia en un discurso más disparatado que... Seguir leyendo
Los pequeños macabros o Después de la excursión
La A es de Amy, que rodó por las escaleras. La B es de Basil, atacado por unos osos. La C es de Clara, que se consumió si remedio. La D es de Desmond, arrojado desde un trineo. La E es de Ernest, que se atragantó con un melocotón.