Cuando el Señor H pidió a Rosana que abriera su jaula del zoo, ésta pensó que todos los allí presente se darían cuenta. Pero estaba muy equivocada. Los niños, y sobre todo los adultos que paseaban por allí no veían nada raro en ese hipopótamo que iba andando solo. De esta manera, el Señor H comienza una aventura en la que conocerá la verdadera naturaleza de los humanos. Y no es la que esperaba, la verdad. Pero este hipopótamo valiente no se resignará a ser un animal de zoológico y no cejará en su empeño: llegar a África. Cuando el Señor H pidió a Rosana que abriera su jaula del zoo, ésta pensó que todos los allí presente se darían cuenta. Pero estaba muy equivocada. Los niños, y sobre todo los adultos que paseaban por allí no veían nada raro en ese hipopótamo que iba andando solo. De esta manera, el Señor H comienza una aventura en la que conocerá la verdadera naturaleza de los humanos. Y no es la que esperaba, la verdad. Pero este hipopótamo valiente no se resignará a ser un animal de zoológico y no cejará en su empeño: llegar a África.

El señor H

Los hipopótamos, por regla general, no hablan. Así que cuando Rosana escuchó tales palabras a aquellas horas de la tarde dio un respingo y se giró buscando quién las había pronunciado. Nadie. Bueno, sí: un hipopótamo de la familia de los hippopotamidae. Ya sabéis: esos animales semiacuáticos que habitan los lagos y los ríos del África subsahariana, esos animales que se pasan todo el día dentro del agua y que salen por la noche dispuestos a comerse cualquier cosa que esté a la vista.