El gigante egoísta
Había una vez un jardín muy hermoso, cubierto de suave césped, grandes flores y doce melocotoneros que en primavera se llenaban de capullos rosados y, en verano, de sabrosos frutos.
Los niños de la zona, al salir de la escuela, entraban en el jardín y se quedaban allí a jugar o a escuchar, tumbados en la hierba, a los pajarillos que cantaban sobre las ramas.
El jardín pertenecía a un gigante, pero el gigante no estaba: había ido a ver a su amigo el rey de Cornualles.