El bostezo del puma
No tengáis miedo de los colmillos del puma: sólo está bostezando.
Abram recordaba constantemente esa frase y ni siquiera sabía muy bien a quién pertenecía. O sí: al Camino. Para Abram era el resumen del Camino, la destilación de una conversación en el refugio de peregrinos de Azofra, una botella de vino blanco recién sacada de la nevera. ¿Quiénes estaban allí aquella noche? Los recordaba: sus voces, sus nombres, sus rostros, sus pares de botas polvorientas, colocadas en fila y con los cordones colgando, en una pequeña repisa de piedra del pasillo.