Buenas noches, muñequita
Llaman al timbre. Los niños cuentan: una, dos, tres veces.
-Es para nosotros -dijo Achim y tiró temblando de la manta sobre sus hombros.
Hacía frío esa mañana de febrero de 1947. Bizarras figuras de hielo se interponían en la vista hacia fuera, a los escombros del patio trasero. El círculo que Gaby había hecho con su aliento hacía unos minutos para mirar a través del cristal, se cerraba de nuevo con afiladas esquirlas.
-Tres es para nosotros -repitió Achim-. Una es para la señora Weitgass, dos para abuela Brinkjewski y tres somos nosotros.