Una historia más de la serie de Morris. Aquí aparece el tema de los tesoros, algo tan apreciado en la infancia. Cualquier objeto por aparentemente inapreciable que sea puede cobrar un significado muy relevante para el que lo colecciona, tanto que puede llegar a obsesionarse, como es el caso del ratón de la historia. Pero para eso están los amigos, para ayudar y relativizar. Una historia divertida que habla de amistad y de aquellos tesoros que todos en algún momento hemos guardado en la vida.
Una historia más de la serie de Morris. Aquí aparece el tema de los tesoros, algo tan apreciado en la infancia. Cualquier objeto por aparentemente inapreciable que sea puede cobrar un significado muy relevante para el que lo colecciona, tanto que puede llegar a obsesionarse, como es el caso del ratón de la historia. Pero para eso están los amigos, para ayudar y relativizar. Una historia divertida que habla de amistad y de aquellos tesoros que todos en algún momento hemos guardado en la vida.
Morris, ¡es mío, mío y mío!
Había una vez un mapache llamado Morris.
Vivía con su mamá y su papá. Y con su hermanito, Rayujo.
Morris iba al cole, jugaba, dormía... bueno dormía hasta que alguien lo despertaba justo a mitad de un ronquido. Alguien que venía a pedirle ayuda...
–¡Despierta, Morris! –dijo el ratón Tantino.
Morris se enroscó en la manta y suplicó:
–Cinco ronquiditos más...
–¡Despierta, Morris! –insistió Tantino–. Es que tengo muchos tesoros y quiero que me los cuides.
–Eso no es un problema –le explicó Morris.