Los Incorpóreos 2. La Reina Azul
—No. Se hará como os estoy diciendo. No quiero volver a oír más comentarios de este tipo, ¿entendéis? Y menos en un lugar público.
Los otros cuatro comensales siguieron comiendo en silencio; pese a que hablaban en tono confidencial de voz, no me resultaba complicado escuchar su conversación porque nuestras mesas eran casi vecinas. El restaurante estaba prácticamente desierto; aparte de nosotros, sólo había otra pareja.
El hombre de la corbata roja habló de nuevo:
—Mirad, el asunto es bastante espinoso, pero con el nuevo asesor lo vamos a resolver rápidamente y, sobre todo, de una manera limpia, porque este hombre tiene la mejor agenda de todo el país.