En 1979, Christine Nöstlinger publicaba Rosalinde tiene ideas en la cabeza, una de las novelas para niños que más influencia ha tenido en generaciones de lectores y escritores para niños. Ya en el mismo título, Paloma Sánchez deja constancia de la deuda que tiene con la autora austriaca y del tributo que le rinde a su personaje. El planteamiento de la novela es afín: la mirada de los adultos es incapaz de hacerle justicia a los pensamientos y sentimientos de la niña. Sin embargo, hay marcadas diferencias en el tratamiento del tema. En 1979, Christine Nöstlinger publicaba Rosalinde tiene ideas en la cabeza, una de las novelas para niños que más influencia ha tenido en generaciones de lectores y escritores para niños. Ya en el mismo título, Paloma Sánchez deja constancia de la deuda que tiene con la autora austriaca y del tributo que le rinde a su personaje. El planteamiento de la novela es afín: la mirada de los adultos es incapaz de hacerle justicia a los pensamientos y sentimientos de la niña. Sin embargo, hay marcadas diferencias en el tratamiento del tema.
Nadie ve las cosas como Rosalín
Rosalín entra en la cocina como un torbellino. Mamá está removiendo la sopa. -¡Mira mi dibujo! -le pide Rosalín. Mamá deja la cuchara y coge el cuaderno. -¡Vaya, Rosalín! Es un conejo realmente bonito. -Ella lo mira y frunce el ceño. ¿Acaso mamá no sabe cómo son los conejos? -¡No es un conejo! ¡Es una ardilla! –protesta enfadada. Y sale dando un portazo.