El médico de los piratas
El Negro Miel se esmeraba en ocultar la huella del agujero que había escarbado a un paso de su hamaca para enterrar un coco seco, moviendo de un lado al otro la tierra con que lo había vuelto a tapar y hablando quién sabe qué cosas en voz muy baja.
Yo atribuía tales gestos a la fiebre y creía que su agitación desaparecería en el momento en que se restableciera su salud, sólo que, ¿cómo la recuperaría si él se negaba a tomar siquiera uno de sus mil y un remedios?