Alicia es una niña curiosa, dispuesta por igual a colarse por el agujero de una madriguera en pos de un conejo (Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas) o a saltar al otro lado del espejo para comprobar si allí también las cosas suceden del modo acostumbrado. En sus incursiones por territorios ignotos (quién sabe si fruto de ensoñaciones), tendrá ocasión de vivir peripecias que alterarán su percepción de la realidad y la someterán a ocurrentes -¡y engañosas!- pruebas de ingenio y acertijos enrevesados, a los que deberá enfrentarse si quiere salir airosa de una muy especial partida de ajedrez en un espacio donde operan unas reglas extrañas. Una suerte de mundo al revés poblado de personajes estrafalarios, juegos diabólicamente "perversos" y situaciones absurdas. Alicia tendrá oportunidad de comprobar no solo que la curiosidad no mató al gato, sino que los gatos curiosos -como ella- son los que tienen tantas vidas como su imaginación.
Alicia es una niña curiosa, dispuesta por igual a colarse por el agujero de una madriguera en pos de un conejo (Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas) o a saltar al otro lado del espejo para comprobar si allí también las cosas suceden del modo acostumbrado. En sus incursiones por territorios ignotos (quién sabe si fruto de ensoñaciones), tendrá ocasión de vivir peripecias que alterarán su percepción de la realidad y la someterán a ocurrentes -¡y engañosas!- pruebas de... Seguir leyendo
A través del espejo
Estaba clarísimo: la gatita blanca no había tenido nada que ver; todo había sido culpa de la gatita negra. La gatita blanca no pudo haber participado en la trastada porque llevaba un cuarto de hora dejando que la gata vieja le lavase la cara sin decir ni miau.
Así es como Dina lavaba la cara a sus hijitos: primero le pisaba la oreja al probrecillo deturno con una pata y luego le restregaba la otra por todo el morro pero al revés, empezando por el hocico; y en eso estaba mientras la gatita blanca, tumbada y muy quietecita como he dicho, trataba de ronronear; quizás porque entendía que todo aquello era por su bien.
A la gatita negra, en cambio, esa tarde la habían acicalado antes; y mientras Alicia, acurrucada en una esquina del gran sillón, medio dormía y medio peroraba, la muy traviesa no había parado de juguetear alegremente con el ovillo de lana que la niña acababa de enrollar, haciéndolo rodar de aquí para allá hasta desenrrollarlo del todo. Allí, en medio de esa maraña de nudos desplegada sobre la alfombrilla del hogar, jugaba a atrapar su propia cola.