El corazón del sapo

Damián no se entretuvo, como otras muchas veces, hablando con Cloe, su compañera de clase. A la salida del colegio se fue derecho a casa. Era viernes, el día en que su madre se iba a jugar con las amigas su partida de cartas, única distracción que le quedaba a aquella mujer después de la muerte de su marido. Y ella no se marchaba tranquila sin antes saber que el niño estaba en casa.