Una de las recurrentes preocupaciones del pensamiento contemporáneo ha sido el análisis del comportamiento humano en situaciones límite, aquellas capaces de cuestionar la moral personal de cada individuo o -más allá- los pilares sobre los que se asienta la ética social propia de una época (consecuencia del desarrollo evolutivo y -desde el XIX- de una cierta noción de progreso humano). La que fuera primera novela de William Golding plantea, mediante la dura peripecia de un grupo de niños perdidos en un territorio remoto, este inquietante asunto. En el entorno -literariamente- idílico de una isla deshabitada (y, por tanto, ajena a todo el orden social, político e institucional de la Civilización), se nos presenta el intento de los muchachos por tratar de organizarse para sobrevivir y convivir de forma pacífica, aspiración que se tornará imposible cuando los instintos y pulsiones humanas se manifiesten con una fuerza inusitada. Clásico contemporáneo.
Una de las recurrentes preocupaciones del pensamiento contemporáneo ha sido el análisis del comportamiento humano en situaciones límite, aquellas capaces de cuestionar la moral personal de cada individuo o -más allá- los pilares sobre los que se asienta la ética social propia de una época (consecuencia del desarrollo evolutivo y -desde el XIX- de una cierta noción de progreso humano). La que fuera primera novela de William Golding plantea, mediante la dura peripecia de un grupo de niños perdidos en un territorio remoto, este... Seguir leyendo
El Señor de las Moscas
El muchacho rubio descendió un último trecho de roca y comenzó a abrirse paso hacia la laguna. Se había quitado el jersey escolar y lo arrastraba en una mano, pero a pesar de eso sentía la camisa gris pegada a la piel y los cabellos aplastados contra la frente. En torno suyo, la penetrante cicatriz que mostraba la selva estaba bañada en vapor. El muchacho avanzaba con dificultad entre las trepadoras y los troncos partidos, cuando un pájaro, visión roja y amarilla, saltó en vuelo como un relámpago, con un antipático chillido, al que contestó un grito como si fuese su eco:
-¡Eh -decía-, aguarda un segundo!