Nanaquë, el niño protagonista, ha salido con su tribu a recoger frutos, leña y miel, pero en un descuido se aparta y un jabalí le hace frente. El niño se defiende con un flechazo que hiere a la bestia y debe refugiarse en una cueva. En la oscuridad, a solas, el protagonista pinta en las paredes todo lo que le asusta y lo que desea. Espera hasta que el jabalí muere. Regresará a la tribu con los colmillos de jabalí. Lo recibirán con gran alegría aunque le castigarán por no obedecer, pero reconocerán su instinto cazador. Las imágenes de Rocío Martínez recrean las técnicas del arte rupestre: silueteado, relleno, punteado, utillizando pincel o dedos de la mano.
Nanaquë, el niño protagonista, ha salido con su tribu a recoger frutos, leña y miel, pero en un descuido se aparta y un jabalí le hace frente. El niño se defiende con un flechazo que hiere a la bestia y debe refugiarse en una cueva. En la oscuridad, a solas, el protagonista pinta en las paredes todo lo que le asusta y lo que desea. Espera hasta que el jabalí muere. Regresará a la tribu con los colmillos de jabalí. Lo recibirán con gran alegría aunque le castigarán por no obedecer, pero reconocerán su... Seguir leyendo
Nanaquë
Nanaquë pertenecía al clan más fuerte y nemerosos de los Valles del Norte.
Hombres, mujeres y niños de distintas edades viviían juntos obedeciendo al consejo de ancianos y al chamán, que tomaban las decisiones por el bien de todos.