Reedición de un texto fundamental que aborda uno de los más terribles temores del hombre y refleja la triste realidad cotidiana de miles de personas, a pesar de los más de ochenta años que han pasado desde su publicación. La pobreza entra por la puerta del Hôtel des Trois Moineaux, donde un joven periodista que siempre ha vivido al límite en las calles de París, ve disminuir paulatinamente sus ingresos. El nuevo estatus social le lleva a conocer de cerca la vida de mendigos, artistas y seres marginales que deambulan por los suburbios en busca de fortuna. Trata de salir a flote con la ayuda de viejos amigos que también han caído en desgracia y, junto a ellos, muestra el lado más oscuro de la vida merced a la magistral narración de Orwell, en este su primer texto oficial. Un manual de supervivencia marcado por las visitas a las casas de empeño, la mentira permanente para no ser descubierto, el sufrimiento que provoca la impotencia... Esta lección inolvidable puso voz a los más desfavorecidos de la sociedad en su momento y ha envejecido con buena salud gracias a una elegante y nueva versión que pone de manifiesto la vigencia de los pensamientos del autor en el siglo actual.
Reedición de un texto fundamental que aborda uno de los más terribles temores del hombre y refleja la triste realidad cotidiana de miles de personas, a pesar de los más de ochenta años que han pasado desde su publicación. La pobreza entra por la puerta del Hôtel des Trois Moineaux, donde un joven periodista que siempre ha vivido al límite en las calles de París, ve disminuir paulatinamente sus ingresos. El nuevo estatus social le lleva a conocer de cerca la vida de mendigos, artistas y seres marginales que deambulan por los... Seguir leyendo
Sin blanca en París y Londres
La rue du Coq d´Or, París, las siete de la mañana. Una sucesión de gritos furiosos y ahogados procedentes de la calle. Madame Monce, que regentaba el pequeño hotel que había enfrente del mío, había salido a la acera para increpar a una huésped del tercer piso. Llevaba los pies desnudos metidos en un par de zuecos y el pelo gris suelto.
Madame Monce: Sacrée salope!¿Cuantas veces le he dicho que no aplaste las chinches sobre el empapelado?