Boaz es un niño sensible que posee una gran imaginación, sus tendencias soñadoras hacen que frecuentemente se aburra en clase como una ostra. Sus inquietudes y pensamientos le hacen sentirse solo y un poco freak. Le encanta todo lo relacionado con los indios norteamericanos y tras devorar libros sobre ellos pasa las tardes jugando a ser un piel roja. Su vida cotidiana cambia cuando aparece una nueva compañera de mirada temerosa y asustadiza, Aisha. Al realizar un trabajo juntos descubre que tal vez podría pertenecer, por determinadas habilidades e indicios, a la tribu de los Sioux. Inmediatamente surge una afinidad que solo su ambicioso padre, que desea un futuro brillante para el protagonista, será capaz de truncar. A lo largo de la narración, hilada con inteligencia, afloran temas por desgracia presentes en la sociedad actual como el drama de los refugiados, en pasajes que incorporan algunas reflexiones de gran valor en torno al valor de la amistad, la búsqueda de la propia identidad o las heridas que provoca la soledad. También se incorporan informaciones concisas y amenas, a través de cuadros resaltados en tonos rojizos en distintos capítulos, sobre las tradiciones, la mitología de los indios norteamericanos o la historia del pueblo maya. Todo ello con una curiosa y llamativa disposición gráfica bicolor jalonada de ilustraciones que simulan la simbología y estética tradicional de aquellas tribus, a cargo del artista holandés Martijn van der Linden.
Boaz es un niño sensible que posee una gran imaginación, sus tendencias soñadoras hacen que frecuentemente se aburra en clase como una ostra. Sus inquietudes y pensamientos le hacen sentirse solo y un poco freak. Le encanta todo lo relacionado con los indios norteamericanos y tras devorar libros sobre ellos pasa las tardes jugando a ser un piel roja. Su vida cotidiana cambia cuando aparece una nueva compañera de mirada temerosa y asustadiza, Aisha. Al realizar un trabajo juntos descubre que tal vez podría... Seguir leyendo
Un indio como tú y yo
A Boaz le gusta el silencio.
Pero no le gusta estarse quieto.
Le gusta leer libros sobre indios y después correr por las dunas como un indio.
O subirse a un árbol alto y observar a los búfalos como un explorador indio.
O por la tarde, cuando empieza a anochecer en el lago de las dunas, aguardar a los ponis salvajes.
Pero es mejor que mamá no lo sepa.