Ha llegado nueva al colegio y apenas se relaciona con los demás. Es probable que tras la seriedad esconda un pasado difícil que acaba de dejar atrás. Tal vez busca vivir en paz y libertad en un nuevo escenario, en el que a veces no se abren las puertas lo suficiente. Para conocer la verdad, Isabel Pin tiende una alfombra roja contra la incomunicación y la soledad a través de la carta sincera de una niña que quiere invitar a merendar “a quien no conoce”. Un alegato sincero para demostrar que construir puentes es, cuando se quiere, bien sencillo, basta un poco de empatía y solidaridad. La misiva fluye entre las dulces ilustraciones, que muestran el sentimiento que produce el aislamiento de la pequeña en la escuela, sentada mientras gira a su alrededor un mar de niños y actividades; y la cálida bienvenida que la protagonista prepara en su hogar, a base de pequeñas emociones que faciliten una conversación. Aunque no pueda producirse en el mismo idioma, esta servirá para conectar a ambas jóvenes para siempre. Un mensaje necesario, cargado de inocencia y emoción, que todos deberíamos repasar con cierta frecuencia.
Ha llegado nueva al colegio y apenas se relaciona con los demás. Es probable que tras la seriedad esconda un pasado difícil que acaba de dejar atrás. Tal vez busca vivir en paz y libertad en un nuevo escenario, en el que a veces no se abren las puertas lo suficiente. Para conocer la verdad, Isabel Pin tiende una alfombra roja contra la incomunicación y la soledad a través de la carta sincera de una niña que quiere invitar a merendar “a quien no conoce”. Un alegato sincero para demostrar que construir... Seguir leyendo
Querida tú a quien no conozco
Querida tú:
Te invito el sábado por la tarde,
a las cuatro,
a merendar en mi casa.
No nos conocemos,
pero te ví ayer,
sentada sola en el patio.
La profesora dijo
que eras nueva en el colegio.
Que habías llegado
hace tres semanas.