El segundo capítulo de la serie retoma las aventuras de la carismática familia protagonista, una encantadora anarquía en la que el lector intuye que puede pasar cualquier cosa en todo momento. El verdadero mérito de Siri Kolu es precisamente modelar con tanto acierto, y exquisita prosa, un universo a medio camino entre la fantasía y la realidad, poblado de personajes peculiares y repleto de andanzas rocambolescas. En esta ocasión Vilja, salteadora de caminos a tiempo parcial y miembro emblemático del clan, está atrapada en un campamento de música de cámara que se organiza en Ypäjävuori. Sus posibilidades para resistir allí durante el verano son reducidas y necesita urgentemente la ayuda de la familia. La huida generará una cadena de situaciones inesperadas presididas, como siempre, por el buen humor y los imaginativos desenlaces. Para no perderse en este bosque de árboles genealógicos, la escritora ha incluido un apéndice con todas las parentelas bandidas que aparecen en la trama, además de un vocabulario completo que nos ayudará a comprender el significado de diferentes expresiones usadas por los protagonistas, como bandibarbie o PuPiRa, entre otros muchos. Los capítulos, al igual que en la obertura de la serie, se estructuran en apartados frugales y adictivos encabezados por títulos que esbozan los principales sucesos que acontecen.
El segundo capítulo de la serie retoma las aventuras de la carismática familia protagonista, una encantadora anarquía en la que el lector intuye que puede pasar cualquier cosa en todo momento. El verdadero mérito de Siri Kolu es precisamente modelar con tanto acierto, y exquisita prosa, un universo a medio camino entre la fantasía y la realidad, poblado de personajes peculiares y repleto de andanzas rocambolescas. En esta ocasión Vilja, salteadora de... Seguir leyendo
Los Bandídez y el Karaoke Kanalla
La culpa de que los Bandídez tuvieran que asaltar el campamento de violín fue de mi padre.
Era tres de junio. El uno de junio, el segundo día más importante de mi vida, había transcurrido sin pena ni gloria. El más importante había sido, naturalmente, ese día del verano pasado cuando Kaarlo el Feroz tuvo un capricho y decidió robarme para que les hiciera compañía a sus hijos. El verano pasado me convirtió en una salteadora de caminos, pero este tenía todas las papeletas para ser un rollo. Había esperado el uno de junio durante todo el oscuro y deprimente invierno, el día que me largaría zumbando en la bandidofurgona lejos de mi vida en la escuela