Por entonces, la vida de los niños en el barrio de San Cristóbal de Bogotá transcurría en la calle. Entre aquellos pequeños que inventaban juegos de la nada creciendo entre los muros invisibles de la pobreza se encontraba Emma Reyes, una de las artistas plásticas colombianas más importantes del siglo XX quien, casi medio siglo después, compartió algunos de sus recuerdos más preciados –en un tono dickensiano- con su buen amigo Germán Arciniegas, ensayista, historiador, diplomático y político. Una aventura sencilla en la que narra la construcción de un gran muñeco junto al resto de la pandilla –el General Rebollo-; y que sirve como crónica sentimental de aquel tiempo de penurias, en el que los amigos se convirtieron en familia y la aparición de personajes “diferentes”, como El Cojo, le hicieron mirar el mundo con otros ojos. Carme Solé, una de las ilustradoras con más experiencia del panorama nacional, aporta su inconfundible estilo para plasmar en imágenes esta conmovedora anécdota que reivindica la visión optimista de la vida incluso en los momentos más oscuros, reconocida años atrás como Mejor Libro de Autor Colombiano de No Ficción.
Por entonces, la vida de los niños en el barrio de San Cristóbal de Bogotá transcurría en la calle. Entre aquellos pequeños que inventaban juegos de la nada creciendo entre los muros invisibles de la pobreza se encontraba Emma Reyes, una de las artistas plásticas colombianas más importantes del siglo XX quien, casi medio siglo después, compartió algunos de sus recuerdos más preciados –en un tono dickensiano- con su buen amigo Germán Arciniegas, ensayista, historiador,... Seguir leyendo
Muñeco de barro
La casa en que vivíamos se componía de una sola
y única pieza muy pequeña, sin ventanas y con
una única puerta que daba a la calle. Esa pieza estaba
situada en la Carrera Séptima de un barrio popular
que se llama San Cristóbal en Bogotá. Enfrente
a la casa pasaba el tranvía que paraba unos metros
más adelante en una fábrica de cerveza que se llamaba
Leona Pura y Leona Oscura.