Doña Libélula, la maestra, propone algunos deberes a sus alumnos para hacer en casa. Caracoles, luciérnagas y demás compañeros deben dibujar un elefante y explicar ante el resto los procesos y dificultades que han surgido a la hora de diseñar el trabajo. Cada uno tiene unas aptitudes artísticas diferentes pero el más sorprendente es, sin duda, el proyecto que presenta Mariquita: una pelusa gigante y ni rastro del paquidermo. Padres y profesora empiezan a estar preocupados ante la incoherente propuesta de la protagonista, a la que someten incluso a una revisión médica por si tiene algún problema de oído. Pero a pesar de los dimes y diretes, Mariquita tiene las cosas bastante claras y tal vez somos los lectores y demás personajes los que estamos equivocados prejuzgando su creatividad. Los autores empatizan con los pequeños lectores tejiendo un relato simpático, estructurado a partir de ilustraciones a página completa y alternancia de primeros planos, en donde la imaginación y el humor son la premisa dominante, con alternancia de collage y técnicas digitales para dotar de alegría y serenidad a todo el relato.
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El día que mariquita dibujó una pelusa gigante
En el bosque, el día comenzó como cualquier otro día. Todos los animales se levantaron muy temprano, desayunaron y se prepararon para ir a la escuela.
Bueno, todos menos el pequeño y lento Caracol que, como siempre, era el último en acabar su desayuno.