Camino de la escuela padre e hija transforman el paisaje urbano, frecuentemente gris y anodino, en un universo de fantasía en el que los coches pueden ser amistosos animales y la fauna salvaje campa a sus anchas entre calles y aceras. La imaginación es un ingrediente secreto con el que es posible transformar las cosas que ocurren alrededor. La complicidad entre los protagonistas, discapacitados visuales, se hace evidente a cada paso. Juntos comprenden mejor cada sonido y describen el camino perfecto, radiografían los sentimientos de aquellos con quienes se cruzan, comparten esencias y recuerdos, incluso bailan como si fueran los Fred Astaire y Ginger Rogers del XXI al son de la alegría. La travesía en su compañía es emocionante y convierte la realidad en un entorno más feliz, mágico y armónico. El regreso de Gonzalo Moure, uno de los más destacados autores de literatura infantil y juvenil, posee el magnetismo de sus narraciones clásicas, cualidades que se potencian con el tratamiento que la artista barcelonesa María Girón confiere al apartado gráfico, tan poético como evocador y desnudo de artificios, un deleite para los sentidos.
	 
	Camino de la escuela padre e hija transforman el paisaje urbano, frecuentemente gris y anodino, en un universo de fantasía en el que los coches pueden ser amistosos animales y la fauna salvaje campa a sus anchas entre calles y aceras. La imaginación es un ingrediente secreto con el que es posible transformar las cosas que ocurren alrededor. La complicidad entre los protagonistas, discapacitados visuales, se hace evidente a cada paso. Juntos comprenden mejor cada sonido y describen el camino perfecto, radiografían los sentimientos de... Seguir leyendo
 
 Mi Lazarilla, Mi Capitán

	Camino a la escuela,
	papá y yo avanzamos
	por una selva de luces y sombras.
	Y de sonidos.
	Jugamos a acertar coches-animales:
	- Ese es un Panda.
	- ¡Escucha! ¡Un Escarabajo!
	- ¡Un Jaguar, un Jaguar!
	- Creo que he oído un Seat León