Iban Barrenetxea atesora ya una larga y aplaudida carrera como autor e ilustrador de sus propias creaciones. Recordamos con cariño otros proyectos propios como Brujarella, Benicio y el Prodigioso Náufrago, El único y verdadero rey del bosque o El cuento del carpintero. Ahora regresa con un maravilloso libro de aventuras, una fantasía con la que homenajea a los cuentos tradicionales jugando con los tópicos. Un flautista ambulante se encuentra, en circunstancias extrañas, con tres señoras que dicen ser sus madrinas. Tras regalarle una vela -un tanto sórdida-; empieza a vivir una serie de experiencias singulares, cruzándose con un músico ambulante que va en compañía de un oso amaestrado, supervillanos, como un rey tirano y no legítimo; dragones o la que, tal vez, es uno de los hallazgos más bellos de la novela, una niña librera –con mucho carácter-; que le ayuda en su camino. Destaca la ambientación, muy original, que recuerda a los estándares del siglo XVIII, con escenarios propios de la Europa Central ilustrada. El apartado gráfico homenajea a los grabados de Doré o a las imágenes y litografías asociadas a novelas como el barón de Münchhausen, realizadas mediante procedimientos digitales (tal y como apuntó el propio autor en la presentación de la obra “el medio, no la técnica, se llevan a cabo desde una tableta gráfica pero con resultados semejantes a los acrílicos o a las tintas”) La narrativa, trufada de analogías que disfrutarán más aquellos lectores con cierto bagaje de clásicos, no decae en ningún momento, atrapando de principio a fin y provocando más de una sonrisa. Sin duda, una de las mejores obras para lectores preadolescentes de cuantas se han editado en 2021.
Iban Barrenetxea atesora ya una larga y aplaudida carrera como autor e ilustrador de sus propias creaciones. Recordamos con cariño otros proyectos propios como Brujarella, Benicio y el Prodigioso Náufrago, El único y verdadero rey del bosque o El cuento del carpintero. Ahora regresa con un maravilloso libro de aventuras, una fantasía con la que homenajea a los cuentos... Seguir leyendo
Andanzas de un flautista llamado Tristrás
Era una mañana como cualquier otra.
Excepto por los cuervos.
Había decenas, cientos de ellos. Encaramados en las ramas del viejo roble. Esperando.
Pero lo peor era el silencio.
Tristrás siempre había detestado el graznido de los cuervos: aquel ¡craj, craj, craj! que tanto recordaba a una risa. ¡Oh, ya lo creo que lo detestaba! Los cuervos graznaban al picotear las semillas recién sembradas.