Farid, el niño pakistaní que trabaja para ayudar a su familia, tiene al fin y al cabo la poderosa imaginación de un niño y muchos deseos por cumplir. Está convencido de que el gato que le sigue a todas partes es su madre, que tanto pidió al santo Kalandar poder volver a moverse como antes de sufrir el accidente que le destrozó las piernas. Hay muchas formas de contar lo que de bueno y malo se encuentra viajando por el mundo; esta es de las que dicen mucho, aunque no lo parezca, de las que enriquecen.Farid, el niño pakistaní que trabaja para ayudar a su familia, tiene al fin y al cabo la poderosa imaginación de un niño y muchos deseos por cumplir. Está convencido de que el gato que le sigue a todas partes es su madre, que tanto pidió al santo Kalandar poder volver a moverse como antes de sufrir el accidente que le destrozó las piernas. Hay muchas formas de contar lo que de bueno y malo se encuentra viajando por el mundo; esta es de las que dicen mucho, aunque no lo parezca, de las que enriquecen.
Farid y el gato negro
–Sigue adelante. Tiene que entrar más gente. Haz sitio. Farid se cuela por el pasillo abarrotado de gente. Sus ojos ven todo lo que pasa en el autobús. –Pon esa caja con gallinas debajo del asiento. El niño tiene que ir sentado en tus rodillas. ¿O quieres pagar por dos? Echa a un lado esa cesta de manzanas. Oye, ¿es tuyo ese bidón de leche? Parece un asiento. Siéntate en él. Aquí queda sitio...