El narrador de la historia comparte sus recuerdos en las playas, posiblemente, de La Línea de la Concepción (Cádiz) -localidad natal de Luciano Lozano-; en una infancia marinera en la que, sin embargo, aquel niño se dio cuenta de que no valía para la navegación (algo, en realidad, poco idílico cuando sufres con los mareos). Remembranza iluminada con paseos por la arena, peces voladores secándose al sol (con la llegada del verano cruzan el estrecho de Gibraltar); o ventas de melva, uno de los pescados más apreciados por los mejores paladares. A ese mercado acuden Kai y su padre, un niño japonés con el que trabará amistad y compartirá enseñanzas, tradiciones y juegos infantiles que le abren la puerta a la cultura oriental y quedan grabadas para siempre en las mejores habitaciones de su memoria. El tiempo no ha borrado aquel fogonazo de felicidad y, cada año, visita los mismos escenarios con el recuerdo intacto de días felices. Una personal aproximación a la niñez, a la vez que una invitación a descubrir nuevas fronteras y costumbres como vehículo esencial para enriquecernos como personas. En la guía de lectura que se ofrece en la parte final se describen algunos de los elementos citados procedentes de la tradición nipona, por la que el autor confiesa sentir admiración, así como los animales marinos que aparecen en el relato. La edición, elegante y atractiva, confiere un aspecto único a la propuesta.
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El narrador de la historia comparte sus recuerdos en las playas, posiblemente, de La Línea de la Concepción (Cádiz) -localidad natal de Luciano Lozano-; en una infancia marinera en la que, sin embargo, aquel niño se dio cuenta de que no valía para la navegación (algo, en realidad, poco idílico cuando sufres con los mareos). Remembranza iluminada con paseos por la arena, peces voladores secándose al sol (con la llegada del verano cruzan el estrecho de Gibraltar); o ventas de melva, uno de los pescados... Seguir leyendo
Un niño en la playa
Era yo un niño en la playa.
Esperaba todos los días que mi padre llegara con su barca.
Una mañana de primavera,
me llevó hasta la orilla de la mano.
Era mi bautizo del mar.
Yo miraba como se alejaba el pueblo,
hasta que todo empezó a dar vueltas en mi cabeza.