Sofía simboliza la impaciencia, casi rozando la hiperactividad. Tiene curiosidad, muchas ganas de vivir aventuras y deseos por tener todo controlado, algo que su madre intenta satisfacer siempre con sosiego y sin enfados. Podríamos hablar de una niña y su mamá, en cualquier jornada vespertina de la semana a la salida del colegio, pero ellas son dos libélulas. Sus vuelos permiten a los autores abordar temáticas variadas, de gran interés para los educadores, desde un punto de vista amable y atractivo. Retratan con exactitud comportamientos y relaciones a menudo frecuentes en la convivencia con niños asociados a la diversidad funcional, que aquí se plantean con originalidad gracias al inspirador complemento artístico de Carolina Luzón, un diseño en formato collage en el que ha empleado diversos materiales y técnicas (desde la fotografía digital hasta la pintura), poblado de especies animales y tonalidades que van desde el azul al verde. A destacar la importancia que tiene el hecho de que se aborden estos hilos argumentales también desde el punto de vista de la familia que acompaña y orienta a los pequeños, ya que aporta ideas y modelos a tantos padres, madres y hermanos que, a menudo, se encuentran perdidos en el proceso.
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El vuelo de Sofía
Junto a su familia y otros muchos habitantes, en una gran charca, vivía Sofía, una pequeña libélula de color azul que brillaba con los rayos del sol.
Era la menor de tres hermanos y tenía un ala más pequeña que las otras. Pero esto no le impedía volar a gran velocidad, haciendo giros casi sin esfuerzo, a escasos centímetros del agua.