Las ilustraciones realistas de la artista eslovena Polona Lovsin, esbozadas a carboncillo y posterior retoque digital, cautivan al lector de cualquier edad e introducen en el clima sentimental en el que está bañado todo el relato. Narrado desde el punto de vista de un niño que se ve obligado a crecer entre cambios y ausencias de peso, Patricija Persolja despliega una carta de recuerdos y emociones con las que más de un lector podría sentirse identificado. Desde la "lógica" infantil, no existen los parámetros adecuados para comprender determinadas acciones. Las dolorosas despedidas, siempre prolongadas hasta el límite posible, las dudas sin cauterizar ("¿por qué hay papás que abandonan a sus hijos?"); el inexorable paso del tiempo... La visión que comparte el protagonista destila soledad, pero también esperanza, a pesar de que con toda la dicha que se puede llegar a alcanzar en la vida siempre habrá un hueco vacío por rellenar. Un precioso alegato, editado con gran delicadeza, que ahora también podemos disfrutar en español gracias a la editorial Malinc.
Las ilustraciones realistas de la artista eslovena Polona Lovsin, esbozadas a carboncillo y posterior retoque digital, cautivan al lector de cualquier edad e introducen en el clima sentimental en el que está bañado todo el relato. Narrado desde el punto de vista de un niño que se ve obligado a crecer entre cambios y ausencias de peso, Patricija Persolja despliega una carta de recuerdos y emociones con las que más de un lector podría sentirse identificado. Desde la "lógica" infantil, no existen los... Seguir leyendo
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SOLOS
estábamos mi mamá y yo.
Vivíamos con la abuela y el abuelo en su casa hasta que un día -como le gustaba decir a mi mamá- los dos se reunieron en la Vía Láctea. Luego el hermano de mi mamá vendió la casa de los abuelos y los dos viñedos para comprarse un coche aún más rápido y construir una o dos casas modernas más. Así, nosotros dos acabamos en la ciudad.