El altivo alcalde vive alejado de su feudo, Poval Radzivis, tal vez para marcar distancias con una tierra atestada de gente, penurias y hedores sobre la que, sin embargo, debería ejercer la democrática jurisdicción que se espera de quien ha sido elegido por ellos. En una de las visitas al pueblo llama su atención un buhonero, conocido en otras tierras como el coleccionista de almas, un misterioso hombre que osa desafiar al mandatario con preguntas un tanto insolentes, para él, con el que intercambia algunos objetos que desencadenan una concatenación de horribles efectos secundarios en el protagonista. El relato, construido en clave steampunk, bebe de clásicos como ¿Dónde está mi cabeza?, de Pérez Galdós; y está trufado de una fina e inteligente crítica social que, gracias a las inquietantes ilustraciones del artista zaragozano David Guirao, fieles al adn gráfico, estilizado y carismático de sus creaciones, ofrece el complemento perfecto para generar un ecosistema de misterio e intriga en el que los personajes van sumiéndose progresivamente a medida que avanza la historia y vamos conociendo tanto la engreída trayectoria del gerifalte como las consecuencias que genera la esporádica relación, que condenan al alcalde a una súbita decadencia hasta las últimas consecuencias.
¿Conoces el libro con el que Diego Gutiérrez debutó en la LIJ?
Algunos trabajos anteriores de David Guirao
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La última mentira de Zaccharias Wylde
Para empezar uno vivía lejos, en el torreón que se elevaba en lo alto de la colina y donde todos los alcaldes había vivido desde tiempos inmemoriales. Y vivir lejos era bueno en Poval Radzivis, con su asfixiante hedor, sus apretujadas casas, su polvo, y ese constante ruido de perros y gatos y cabras y gallinas y gente del que uno no podía escapar.