Solo Gonzalo Moure puede narrar, con esa sensibilidad que caracteriza toda su obra a lo largo de estas décadas, siempre en la vanguardia de la literatura infantil y juvenil, las vivencias de un árbol que simboliza, en realidad, los sentimientos de la naturaleza en un tiempo en el que sufre reiteradas agresiones, tanto por parte de los humanos como por las sucesivas inclemencias extremas generadas por el cambio climático. El nogal de Maricruz narra, en primera persona, como murió una tarde de noviembre, y el proceso de recuperación que vive desde que, en aquel tiempo, una fuerte tormenta derrumbase sus andamiajes. Pero tan dañina como aquella tempestad puede ser la falta de afectos o compromisos con el entorno natural. En su caída, encontró el calor de Afrika, una niña que provocará la redención del sabio y anciano protagonista, que comparte su historia vital -basada en hechos reales ocurridos en un pueblo de Asturias-; al ritmo de las bellas ilustraciones de la artista vitoriana, afincada en Noruega, Araiz Mesanza. Las escenas, pobladas de variadas y evocadoras texturas, contruyen un ejercicio poético que impacta emocionalmente en los lectores (Akiara contribuye con una excelente eco-edición que confiere al relato aún más valor y coherencia).
24 libros imprescindibles de Gonzalo Moure en Canal Lector
Solo Gonzalo Moure puede narrar, con esa sensibilidad que caracteriza toda su obra a lo largo de estas décadas, siempre en la vanguardia de la literatura infantil y juvenil, las vivencias de un árbol que simboliza, en realidad, los sentimientos de la naturaleza en un tiempo en el que sufre reiteradas agresiones, tanto por parte de los humanos como por las sucesivas inclemencias extremas generadas por el cambio climático. El nogal de Maricruz narra, en primera persona, como murió una tarde de noviembre, y el... Seguir leyendo
El nogal

Yo morí una tarde de noviembre.
Ahora intento resucitar.
Yo era el nogal de Maricruz, porque suyo era el terreno en el que crecí y viví.
Junto a un pozo, un laurel y una escuela.
Me alimentaban el sol y la lluvia en mis hojas, y la tierra y el agua del pozo, pero también las risas de los niños en el patio.