Colibrí
El musgo y las brillantes hierbas relucían junto al arroyo. La tierra olía como si cantara. Cogí agua en el cuenco de mis manos y bebí.
Comimos nuestros últimos mendrugos. Sacudí las migas de mi chal, lo plegué formando un cuadrado y me lo puse sobre la cabeza para protegerme del sol.
–Vámonos, Rosa –dijo Tío. Siempre me llamaba Rosa. Mi verdadero nombre, Tzunún, era un secreto que casi había olvidado.