A través de la gestualidad y la expresión corporal, el pequeño lector puede comunicarse con Romeo, un simpático oso humanizado, que interactúa y responde a las propuestas del narrador y a la iniciativa del niño. La combinación de imágenes carismáticas y sencillas, desnudas de fondo y centradas en la figura bien perfilada y definida del protagonista -vestido de forma impecable en colores llamativos-: reafirman la importancia de los ademanes y muecas, que potencian el desarrollo del lenguaje durante los primeros años de edad, ya que tienen un devenir paralelo y comparten habilidades simbólicas subyacentes. Sin decir una palabra, el protagonista se convierte en amigo por unos minutos, hasta el punto de celebrar el encuentro con una sorpresa final. Editado en un formato que respeta escrupulosamente las premisas básicas de seguridad para los que están empezando a dar los primeros pasos en el hábito autónomo (puntas romas y papel de excelente gramaje); juega con el reclamo de ese elemento extra (desvelado en la contraportada); para incentivar el interés por ver el desenlace durante todo el relato. El estilo gráfico y narrativo del autor ya era conocido entre el público infantil por sus trabajos anteriores ¡Ya es hora de ir a dormir! (Kókinos) y El cucú-tras mágico (SM)
A través de la gestualidad y la expresión corporal, el pequeño lector puede comunicarse con Romeo, un simpático oso humanizado, que interactúa y responde a las propuestas del narrador y a la iniciativa del niño. La combinación de imágenes carismáticas y sencillas, desnudas de fondo y centradas en la figura bien perfilada y definida del protagonista -vestido de forma impecable en colores llamativos-: reafirman la importancia de los ademanes y muecas, que potencian el desarrollo del lenguaje... Seguir leyendo