El equipo de los sueños
El año pasado, cuando todavía tenía catorce, mi mayor orgullo eran los tres kilos de naranja. Porque calcular un kilo lo puede hacer cualquiera pero tres kilos es difícil. Cuando algún cliente me pedía mi oferta favorita (una de las pocas que teníamos en la verdulería, a decir verdad), o sea, los tres kilos de naranja por un peso, yo tomaba una bolsa grande, iba hasta el cajón y la llenaba de naranjas pálidas, de un anaranjado blanquecino. Por eso salían a un peso. No eran malas, tenían buen sabor y bastante jugo, a pesar de su aspecto anémico. Bien, llenaba la bolsa y no necesitaba pesarla: yo sabía que había cargado tres kilos exactos.