El guardián de la caracola
Anand salió tiritando del quiosco de té, cargado con un montón de platos sucios para fregarlos en la fuente de la calle. Aquel día hacía más frío que nunca en al ciudad de Kolkata y su única vestimenta era una vieja camisa verde. Además soplaba un viento helado que arrastraba un extraño olor de mal agüero, como si algo enorme, un camión o una cisterna de gasolina, hubiese explotado en la calle.