Cuéntale a Naomi
Toda esta farsa tan sórdida empezó cuando vi a Celeste Fanucci por primera vez en el vestíbulo del Instituto Roosevelt el segundo día de clase.
La reconocí de inmediato. Ya había oído algunos cotilleos acerca de ella, así que sabía a qué atenerme. Lo cierto es que no albergaba ni la más leve esperanza de entablar un diálogo con ella; para eso habría necesitado la ayuda de una poderosa fuerza exterior, algo así como que de repente apareciera alguien famoso o que los esqueletos decidieran salir de sus tumbas.