Sí, soy gorda
Marina era diferente. Le gustaba la ropa de vivos colores, subir de espaldas las escaleras, pintar nubes en papeles azules, los pasteles de chocolate, la mermelada de albaricoque, dar volteretas y cantar.
A veces la gente la miraba y, tras una sonrisa burlona, gritaba:
-¡Ay, Marina, cualquier día no pasarás por la puerta!
Y es que Marina era muy gorda. Marina se enojaba porque la gente era cruel. Le divertía compartir su barrio con hombres bajitos, gigantes, mujeres fuertes, gente fea o guapa, con la nariz grande...