El poder de una decisión
El autobús escolar se detuvo en su última parada. Las compuertas se abrieron y bajó el único alumno de secundaria que todavía quedaba dentro.
–¡Hasta mañana, seboso! –oyó tras de sí.
Sebastián ni se inmutó. Ya estaba acostumbrado a esa despedida del joven conductor. Así que empezó a caminar hacia su urbanización sin contestar.
–Por cierto, bonito look... –escuchó al cabo de unos segundos.
Esta vez, Sebastián se giró. Las compuertas del autobús se estaban cerrando y el reflejo del sol vespertino en sus cristales le obligó a bajar la cabeza. No había podido ver al conductor después de pronunciar sus últimas palabras...