El enigma de Akenatón
Era justo después del mediodía de una calurosa jornada de verano en Egipto. Hussein Hussaout, su hijo Baksheesh, de once años de edad, y
Effendi, el perro de ambos, se hallaban acampados en el desierto, a unos treinta kilómetros al sur de El Cairo. Como de costumbre, estaban excavando –de forma ilegal– en busca de reliquias históricas que después pondrían a la venta en la tienda de su propiedad.