El chamán del Pequeño Valle
Lobo Blanco sabía que ése iba a ser un día diferente. regresaba junto a su padre de una de sus habituales incursiones por el bosque en busca de alimento. Le gustaba ir de cacería aunque, debido a su edad, todavía no podía disparar contra las presas. Tan sólo cargaba con los trofeos paternos, en esta ocasión un par de conejos y una perdiz. Un botín suficiente para abastecer a su familia durante unos días. La primavera les permitía acudir con asiduidad al bosque y conseguir alimento fresco.