Las peregrinas de fuisoyseré
–Lo siento mucho –le dice su mamá, apaga la luz y cierra la puerta.
Fernanda, acostada en su cama, se quita los lentes y comienza a llorar. La primera lágrima se le queda en las pestañas, la segunda empuja a la primera y se deslizan juntas por su mejilla, la tercera alcanza a las otras dos a la altura del mentón y caen revueltas, como si fueran una sola lágrima gorda que por un instante se mantiene redondeada sobre la colcha igual que una minúscula perla transparente, antes de romperse y formar una mancha húmeda en la tela.