Pedro está enamorado
Pedro estaba enamorado. Tenía todos los síntomas. Se quedaba horas enteras mirando al vacío. Por la noche no paraba de dar vueltas en la cama, y alrededor de los ojos se le habían formado unas profundas ojeras.
No tenía hambre; la sopa de pescado, que era su plato preferido, le sabía a engrudo y los quesos, que antes le encantaban, ahora parecían piedras en su boca.
La cara se le iluminaba cad avez que oía su nombre –¡Carolina!– o incluso cuando una palabra sonaba como Carolina: aspirina, por ejemplo...