Por el libro
Después de pensármelo mucho, acudí a la reunión de lectores anónimos que había convocado la biblioteca pública. Cuando me tocó el turno de hablar, extraje de uno de mis bolsillos el escrito que había estado preparando toda la tarde para que no se me olvidara nada de lo que deseaba contar.
Me sentía intranquilo, torpe y nervioso. El papel se me cayó al suelo. Lo recogí y lo desdoblé con manos temblorosas.