Había una vez un hombre al que se le daba tan bien soñar que podía soñar con lo que quisiera. La gente del barrio le contaba sus deseos y él soñaba que se hacían realidad. Cada mañana, cuando regalaba sus sueños, devolvía la ilusión y la esperanza a quienes lo deseaban. Troshinsky, autor e ilustrador de este álbum, consigue crear un ambiente onírico en cada ilustración que contrasta con los tonos saturados de la portada.
Había una vez un hombre al que se le daba tan bien soñar que podía soñar con lo que quisiera. La gente del barrio le contaba sus deseos y él soñaba que se hacían realidad. Cada mañana, cuando regalaba sus sueños, devolvía la ilusión y la esperanza a quienes lo deseaban. Troshinsky, autor e ilustrador de este álbum, consigue crear un ambiente onírico en cada ilustración que contrasta con los tonos saturados de la portada.
El domador de sueños
Había una vez un hombre al que se le daba tan bien soñar, que podía soñar con lo que quisiera. Ese hombre era mi abuelo. Mi abuelo siempre nos contaba sus sueños. Durante la comida le contó a mi madre que había soñado que nos hacía una sopa de estrellas y que en cada plato había constelaciones, estrellas fugaces y cometas. La sopa que hizo mi madre era de verduras, pero a todos nos pareció tan buena que se diría que era de estrellas.